Con la idea de mejorar las formas de producción, por ejemplo en la región andina, muchas veces llegan expertos ingenieros agrónomos, empresas y organismos internacionales queriendo colaborar a las comunidades enseñándoles cómo producir más, pero al hacerlo solo llegan a generar la erosión de la tierra, pues ignoran que en el altiplano el humus es apenas una delgada capa. Meter tractores en esta región sería simplemente matar la capacidad de producción de la tierra.
Pero el peligro de esta visión de desarrollo no sólo es que se genere una ruptura en la relación con la madre naturaleza, si no que ahora se comercializa y se negocia con la flora, la fauna y la sabiduría de nuestras comunidades indígenas. Esto es la biopiratería.
Hoy en día grandes empresas farmacéuticas y de alimentos se dedican a patentar plantas, animales y conocimientos ancestrales; es decir que estas empresas tienen el derecho de cobrar sobre cualquier uso que se realice con las plantas, animales y conocimientos que hayan registrado, todo esto amparado en el uso de la propiedad intelectual. Muchas de estas empresas utilizan los conocimiento de medicina natural de las comunidades andino-amazónicas, plantas que son utilizadas desde tiempos remotos están siendo patentizadas y comercializadas.
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